Una aventura en mochila
- sobretauladisseny
- 15 jun 2016
- 3 Min. de lectura
Un viaje se puede plantear de muchas maneras, pero la mejor es salir con la idea que vas a vivir una aventura. Hoy os dejamos, entre imagen e imagen, las sensaciones de una experiencia única.
Su protagonista decidió cojer la mochila y salir a descrubrir Inglaterra. En dos semanas visitó 13 ciudades y se alojo en 7 de ellas, en casa de aquellos que la quisieron recibir y compartir su experiencia.

Aunque se vaya con muchas ganas, no se puede evitar sentir que aquel nuevo sitio en el que se ha llegado es algo hostil. Todo un largo recorrido por delante y simplemente saltas del autobus, cojes el mapa y decides, sin rumbo fijo, a dónde ir.

Todo cambia un copo cuando empiezas a darte cuenta de donde estas realmente. Caras que transmiten confianza, vidas que se desarrollan entre conversaciones en la calle, objetos que te suenan. Y así, día a día, vas haciendote a cada nuevo sitio más rápidamente.

Y entre ciudad y ciudad, merece la pena darse una vuelta por algún espacio natural. La belleza de cada rincón de Peak District le dió a nuestra protagonista la energía y el aire puro para volver a cargar el equipaje y seguir el camino.
Y entre vagones de tren, canciones repetidas y páginas de libros, se pueden recorrer grandes distancias con la fiel compañia de la mochila, soñando en el próximo destino y recordando el encanto del anterior.

Y de pronto llegan las grandes ciudades, donde cada edificio parece querer llegar más alto, la gente corre por las calles, todo se vuelve más anónimo, pero cada calle tiene su particular encanto.
Típico de Inglaterra, y no podía faltar, la lluvia. Nuestra aventurera decidió dejarse envolver por ella en vez de esconderse, pues no tenía tiempo para perder, y así disfrutó del paisaje entre lloviznas y de nuevo al salir el sol.

Los compañeros que se hacen por el camino son imposibles de olvidar, ¡y más si se parece a éste! Pero todas aquellas personas que deciden prestar un poquito de su casa a un forastero son las que cambian el rumbo del viaje. Y poder explicar lo que has vivido cada día a la gente de allí es algo mágico.

Y luego te encuentas con sitios que escojidos al azar se convierten en puntos clave del viaje. El ambiente de Bristol, sus callejuelas, el gran parque lleno de gente paseando tranquilamente, los globos surcando el aire, y el sobrecojedor puente colgante hizo que esa parada en el camino valiera millones.

En Brighton, nuestra viajera se sintio como transportada en el tiempo, con ese puerto antiguo y incluso a otra parte del mundo. Fue una ciudad de contrastes donde poder relajarse un poco en la playa antes de subir al siguiente tren.
Fue alli mismo, como en tantos otros sitios, donde pudo gozar de los regalos de la naturaleza: una puesta de sol en el mar, una luna llena de color naranja sobre el cielo azul, unos pájaros revolucionados al anochecer...


Y finalmente llega la gran ciudad, la famosa, la más visitada, Londres. Pero hay que decir que no siempre lo más esperado es lo más bueno, por eso hay que disfrutar cada paso en el camino. Aunque el contacto con la gente de allí hizo que la experiencia acabara de la mejor forma posible: ¡sin ganas de volver a casa y a la realidad!
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